martes, 21 de marzo de 2017

Marzo. Tercer grado



Tercer grado

UN RELATO SOBRE AMOR

Se trata de dos hermosos jóvenes que se pusieron de novios cuando ella tenía trece y él dieciocho. Vivían en un pueblito de leñadores situado al lado de una montaña. Él era alto, esbelto y musculoso, dado que había aprendido a ser leñador desde la infancia. Ella era rubia, de pelo muy largo, tanto que le llegaba hasta la cintura; tenía los ojos celestes, hermosos y maravillosos... La historia cuenta que habían noviado con la complicidad de todo el pueblo. Hasta que un día, cuando ella tuvo dieciocho y él veintitrés, el pueblo entero se puso de acuerdo para ayudar a que ambos se casaran. Les regalaron una cabaña, con una parcela de árboles para que él pudiera trabajar como leñador. Después de casarse se fueron a vivir allí para la alegría de todos, de ellos, de su familia y del pueblo, que tanto había ayudado en esa relación. Y vivieron allí durante todos los días de un invierno, un verano, una primavera y un otoño, disfrutando mucho de estar juntos. Cuando el día del primer aniversario se acercaba, ella sintió que debía hacer algo para demostrarle a él su profundo amor. Pensó hacerle un regalo que significara esto. Un hacha nueva relacionaría todo con el trabajo; un pulóver tejido tampoco la convencía, pues ya le había tejido pulóveres en otras oportunidades; una comida no era suficiente agasajo... Decidió bajar al pueblo para ver qué podía encontrar allí y empezó a caminar por las calles. Sin embargo, por mucho que caminara no encontraba nada que fuera tan importante y que ella pudiera comprar con las monedas que, semanas antes, había ido guardando de los vueltos de las compras pensando que se acercaba la fecha del aniversario. Al pasar por una joyería, la única del pueblo, vio una hermosa cadena de oro expuesta en la vidriera. Entonces recordó que había un solo objeto material que él adoraba verdaderamente, que él consideraba valioso. Se trataba de un reloj de oro que su abuelo le había regalado antes de morir. Desde chico, él guardaba ese reloj en un estuche de gamuza, que dejaba siempre al lado de su cama. Todas las noches abría la mesita de luz, sacaba del sobre de gamuza aquel reloj, lo lustraba, le daba un poquito de cuerda, se quedaba escuchándolo hasta que la cuerda se terminaba, lo volvía a lustrar, lo acariciaba un rato y lo guardaba nuevamente en el estuche. Ella pensó: "Que maravilloso regalo sería esta cadena de oro para aquel reloj." Entró a preguntar cuánto valía y, ante la respuesta, una angustia la tomó por sorpresa. Era mucho más dinero del que ella había imaginado, mucho más de lo que ella había podido juntar. Hubiera tenido que esperar tres aniversarios más para poder comprárselo. Pero ella no podía esperar tanto. Salió del pueblo un poco triste, pensando qué hacer para conseguir el dinero necesario para esto. Entonces pensó en trabajar, pero no sabía cómo; y pensó y pensó, hasta que, al pasar por la única peluquería del pueblo, se encontró con un cartel que decía: "Se compra pelo natural". Y como ella tenía ese pelo rubio, que no se había cortado desde que tenía diez años, no tardó en entrar a preguntar. El dinero que le ofrecían alcanzaba para comprar la cadena de oro y todavía sobraba para una caja donde guardar la cadena y el reloj. No dudó. Le dijo a la peluquera: - Si dentro de tres días regreso para venderle mi pelo, ¿usted me lo compraría? - Seguro - fue la respuesta. - Entonces en tres días estaré aquí. Regresó a la joyería, dejó reservada la cadena y volvió a su casa. No dijo nada. El día del aniversario, ellos dos se abrazaron un poquito más fuerte que de costumbre. Luego, él se fue a trabajar y ella bajó al pueblo. Se hizo cortar el pelo bien corto y, luego de tomar el dinero, se dirigió a la joyería. Compró allí la cadena de oro y la caja de madera. Cuando llegó a su casa, cocinó y esperó que se hiciera la tarde, momento en que él solía regresar. A diferencia de otras veces, que iluminaba la casa cuando él llegaba, esta vez ella bajó las luces, puso sólo dos velas y se colocó un pañuelo en la cabeza. Porque él también amaba su pelo y ella no quería que él se diera cuenta de que se lo había cortado. Ya habría tiempo después para explicárselo. Él llegó. Se abrazaron muy fuerte y se dijeron lo mucho que se querían. Entonces, ella sacó de debajo de la mesa la caja de madera que contenía la cadena de oro para el reloj. Y él fue hasta el ropero y extrajo de allí una caja muy grande que le había traído mientras ella no estaba. La caja contenía dos enormes peinetones que él había comprado... vendiendo el reloj de oro del abuelo. Si ustedes creen que el amor es sacrificio, por favor, no se olviden de esta historia. El amor no está en nosotros para sacrificarse por el otro, sino para disfrutar de su existencia.

Actividad para en la libreta:
Copia la lectura separándola por párrafos.
Escribe una historia de amor que conozcas.

Actividad para realizar en el blog.
1.- ¿Qué pretende enseñarnos el autor de este cuento?
2.- ¿Quiénes son los personajes principales?
3.- ¿Fue correcto lo que hizo cada uno?
4.- ¿Qué  harías en lugar de cada uno de los personajes?

Segundo grado. Marzo



Segundo grado.
ANIMARSE A VOLAR ...

Y cuando se hizo grande, su padre le dijo: -Hijo mío, no todos nacen con alas. Y si bien es cierto que no tienes obligación de volar, opino que sería penoso que te limitaras a caminar teniendo las alas que el buen Dios te ha dado. -Pero yo no sé volar – contestó el hijo. -Ven – dijo el padre. Lo tomó de la mano y caminando lo llevó al borde del abismo en la montaña. -Ves hijo, este es el vacío. Cuando quieras podrás volar. Sólo debes pararte aquí, respirar profundo, y saltar al abismo. Una vez en el aire extenderás las alas y volarás... El hijo dudó. -¿Y si me caigo? -Aunque te caigas no morirás, sólo algunos machucones que harán más fuerte para el siguiente intento –contestó el padre. El hijo volvió al pueblo, a sus amigos, a sus pares, a sus compañeros con los que había caminado toda su vida. Los más pequeños de mente dijeron: -¿Estás loco? -¿Para qué? -Tu padre está delirando... -¿Qué vas a buscar volando? -¿Por qué no te dejas de pavadas? -Y además, ¿quién necesita? Los más lúcidos también sentían miedo: -¿Será cierto? -¿No será peligroso? -¿Por qué no empiezas despacio? -En todo caso, prueba tirarte desde una escalera. -...O desde la copa de un árbol, pero... ¿desde la cima? El joven escuchó el consejo de quienes lo querían. Subió a la copa de un árbol y con coraje saltó... Desplegó sus alas. Las agitó en el aire con todas sus fuerzas... pero igual... se precipitó a tierra... Con un gran chichón en la frente se cruzó con su padre: -¡Me mentiste! No puedo volar. Probé, y ¡mira el golpe que me di! No soy como tú. Mis alas son de adorno... – lloriqueó. -Hijo mío – dijo el padre – Para volar hay que crear el espacio de aire libre necesario para que las alas se desplieguen. Es como tirarse en un paracaídas... necesitas cierta altura antes de saltar. Para aprender a volar siempre hay que empezar corriendo un riesgo. Si uno no quiere correr riesgos, lo mejor será resignarse y seguir caminando como siempre.

Actividad para realizar en la libreta:
Copia la lectura en tu libreta y sepárala por párrafos.
Redacta con tus propias palabras las enseñanzas que has recibido de tus padres.

Actividad para contestar en el blog:
 Con base en la lectura argumenta                                
1.- ¿De qué trata la historia?
2.- ¿Qué pretende enseñarnos el autor?
3.- ¿Cuál es la actitud que tomó el hijo ante los consejos del padre?
4.- ¿Qué harías en esta situación?

Primer grado. Marzo



Primer grado

Lector anónimo,  Paco Abril, en Por el libro, Everest, 2007

Después de pensármelo mucho, acudí a la reunión de lectores anónimos que había convocado la biblioteca pública. Cuando me tocó el turno de hablar, extraje de uno de mis bolsillos el escrito que había estado preparando toda la tarde para que no se me olvidara nada de lo que deseaba contar.
            Me sentía intranquilo, torpe y nervioso. El papel se me cayó al suelo. Lo recogí y lo desdoblé con manos temblorosas. Tras unos momentos de indecisión, leí:
            “Mi nombre no importa, soy un lector anónimo”.
            Tuve que repetir esta frase porque al principio no me salía la voz del cuerpo, y porque alguien, desde el fondo de la sala, me había pedido por favor que hablara más alto.
            Volví a empezar recuperando mi energía.
            “Mi nombre no importa, soy un lector anónimo”.
             El día que dije en mí casa que me gustaba leer, mi padre puso el grito en el cielo. Se levantó de golpe de su sillón preferido y, furibundo, pegó un puñetazo encima de la mesa. La ira le subía hasta las cejas. Su rostro se incendió Y estoy por asegurar que arrojaba humo por la cabeza. Parecía un volcán a punto de entrar en erupción.
--¡Pero bueno! –Me gritó con voz tremebunda--, ¿cómo es posible que te guste leer?  ¿Me has visto a mí leer alguna vez? ¿Lee tu madre? ¿Lee tu hermano mayor? No, ¿verdad? Ninguno de nosotros leemos. ¿Y no estamos todos sanos y fuertes?
            Mi madre fue más suave, aunque su tono también venía cargado de reproches.
--Hijo, ¿por qué lo haces? ¿Por qué lees? –me preguntó entristecida.
            Sin dejarme responder, mi padre volvió a la carga y continuó despotricando.
--Vamos a ver. Tienes un ordenador, tienes un montón de video-juegos, te hemos puesto un televisor en tu cuarto y, a pesar de todo eso, que buenos esfuerzos nos ha costado, el niño caprichoso prefiere leer libros. ¿Te parece bonito ese vicio?
            ¿Vicio?
Yo, la verdad, no supe qué responder. Según comprobé después a escondidas en el diccionario, que también es un libro, un vicio es una mala costumbre que se repite con frecuencia.
            En aquel momento, más que un vicioso, me sentía igual que un ladrón que acabara de robar en el Banco de España y hubiera sido pescado in fraganti. Por un instante me vi rodeado por la policía y por mi amenazadora familia. Todos me señalaban con dedos acusadores. Hablaban de mí como si hubiera cometido el peor de los delitos. Un inspector trataba de consolar a mi madre que me miraba compungida, cual si fuera un caso perdido.
            Para colmo, todavía tenía el botín en la mano, la prueba del delito, esto es, los libros que acababa de sacar de la biblioteca pública. Mis padres los miraron horrorizados.  Leyeron los títulos con dificultad, poniendo caras extrañas en las que podía verse, como en un libro abierto, su asombro, su indignación y su repugnancia.
            Y la cosa no paró en broncas, reprimendas, acusaciones, recriminaciones, gritos y alaridos.
Tuve que prometerles a mis progenitores, ‘por lo que más quisiera’, que nunca más volvería a leer libros en casa.
Y se lo prometí seguro de que iba a cumplir esa promesa.
            ¡Cuánto me gustaría compartir este interés, o este vicio, por la lectura con alguien! Pero mis amigos piensan en esto de la misma manera que mis padres. Además, mis amigos solo saben hablar de fútbol. Sus conversaciones giran y giran sin parar alrededor de partidos, jugadores y equipos. No tengo nada contra el fútbol, solo es que quisiera poder hablar también de otras cosas.
Un día que les insinué haber leído un libro, y pretendía comentarles cuánto me había gustado, me miraron como si fuera un apestado, y se alejaron de mí poniendo cara de asco.
--¿Qué pasa, colega, te has vuelto majara? –me preguntaron afirmando mientras se alejaban a toda prisa.
Y ya desde lejos, uno de ellos me gritó:
--¡Estás como una chota, tío!
            He cumplido mi promesa a rajatabla. Ahora ya no leo en casa. Ahora leo sentado en un oculto banco del parque y en la biblioteca pública, donde ellos no pueden verme.
            A veces, cuando me dedico a este vicio, o lo que sea, tengo miedo de que me descubran, aunque luego me olvido de todo.
            Lo siento por mis padres y por mis amigos, pero a mí me gusta leer, ¿y qué?”.

Actividad para realizar en  la libreta:

Elabora un texto donde expliques “Me gusta leer porque...”, “No me gusta leer porque...”

Actividad para realizar en el blog:

-¿Qué opinión te merece la actitud y razonamientos de su padre?
-¿Ves correcto que padres no lectores accedan a comprar a sus hijos todo tipo de artilugios electrónicos?
-¿Crees que es cierta esa afirmación de que a los jóvenes sólo les interesa el futbol?